Viajar para encontrarse
Viajar alimenta el espíritu, remueve las ideas y te descontextualiza. Ese cambio de escenario, obligatoriamente, te lleva a comportarte de otra manera, cambia rutinas e impone nuevas respuestas.
Hemos estado parados, anclados en nuestras casas, trabajando desde el salón, en la mesa de la cocina o un rincón del cuarto. Un parón, mundial, que nos ha llevado a permanecer en el mismo contexto, físico, porque en todo lo demás asistíamos a un momento inédito para el planeta entero. Las ideas y las emociones acaban por estancarse y se nos atragantan.
Cuando de creatividad se trata, muchas veces las ideas se traban y salir a dar una vuelta, echarte a conducir (un recurso que también le funciona a Steven Spielberg) ayuda a encontrarte a ti misma, funciona como un bálsamo neuronal.
Enfrentarnos a lo que no es el paisaje habitual equivale a establecer nuevas conexiones en nuestro cerebro y de ahí surgen ideas y soluciones que de otro modo no llegarían.
Viajar es entrar en lo desconocido y adentrarte en un aprendizaje que nos aportan olores nuevos, sabores diferentes, distintos colores… Abre la mente. Viajar te sorprende, aunque solo algo tan banal como no saber qué encontrarás al volver una esquina. Hay estudios universitarios que hablan de lo beneficioso que es para la salud mental
Este verano hemos hecho el equipaje para reencontrar nuevas ideas, sacudir las meninges y volvernos con maletas repletas de sensaciones y emociones. Traerse una receta nueva, que alimenta el estómago y el alma, fotos a raudales y un recuerdo material, alegran el resto del año. Poco a poco se nos inocula la condición de errantes que fomenta la empatía y enseñan mucho, también sobre lo que somos.
Los viajes, incluso planificarlos, tienes efectos positivos. Nos ayudan a dirigir mejor nuestras energía y emociones y a confrontar ansiedades.
¿Y tú has podido viajar? ¿Te ayuda a encontrarte estar en medio de lo desconocido?